Después de liberar a Tom del hechizo, Lucas, Max y Tom se volvieron inseparables. Un día, mientras exploraban una parte del bosque que nunca antes habían visitado, encontraron algo muy extraño: un árbol que brillaba con una luz dorada.
“¡Miren eso!” exclamó Lucas, señalando el árbol luminoso. “¿Qué será?”
Tom se acercó con cautela. “He oído leyendas sobre este árbol. Se dice que guarda un gran secreto, pero nadie sabe cuál es.”
Lucas, con su insaciable curiosidad, decidió investigar. “Vamos a descubrirlo. ¡Debe ser una nueva aventura!”
Al acercarse, Max comenzó a ladrar y a cavar en la base del árbol. De repente, encontró una pequeña puerta oculta entre las raíces. Lucas, emocionado, abrió la puerta y descubrieron una escalera que descendía hacia la oscuridad.
“¿Bajamos?” preguntó Lucas, un poco nervioso pero decidido.
Tom asintió. “Vamos juntos.”
Bajaron las escaleras y se encontraron en una cueva secreta. La cueva estaba llena de cristales brillantes que iluminaban todo con una luz mágica. En el centro, había un cofre antiguo cubierto de polvo.
Lucas abrió el cofre con cuidado y encontró un mapa viejo y una carta. La carta decía: “A quien encuentre este cofre, este mapa los guiará a un gran tesoro. Pero cuidado, el camino está lleno de peligros.”
“¡Un mapa del tesoro!” exclamó Lucas, con los ojos brillando de emoción.
Tom estudió el mapa. “Parece que el tesoro está escondido en las Montañas Sombreadas, al otro lado del bosque. Será un viaje difícil, pero creo que podemos hacerlo.”
Decididos, Lucas, Max y Tom comenzaron su viaje. A lo largo del camino, enfrentaron varios desafíos: un puente roto que tuvieron que reconstruir, un río turbulento que cruzaron usando un tronco, y un campo de flores venenosas que evitaron gracias al agudo olfato de Max.
Finalmente, llegaron a las Montañas Sombreadas. Siguiendo el mapa, encontraron una cueva oculta. Adentro, el aire era frío y el eco de sus pasos resonaba en las paredes. Avanzaron con cautela hasta que llegaron a una cámara secreta llena de oro y joyas.
“¡Lo encontramos!” gritó Lucas, saltando de alegría.
Pero su celebración fue interrumpida por un rugido. De las sombras, apareció un dragón que guardaba el tesoro.
“No teman,” dijo Tom. “Debemos ser valientes y hablar con él.”
El dragón los miró con ojos curiosos. “¿Qué hacen aquí, pequeños humanos?”
Lucas, sin miedo, se adelantó. “Buscamos el tesoro para ayudar a nuestro pueblo. No queremos pelear.”
El dragón, sorprendido por la valentía y sinceridad de Lucas, sonrió. “Ustedes tienen buen corazón. Pueden llevarse una parte del tesoro, pero recuerden siempre compartirlo con quienes lo necesiten.”
Agradecidos, Lucas, Max y Tom tomaron solo lo necesario y regresaron a su pueblo. Gracias a su valentía y bondad, pudieron ayudar a muchos y vivieron felices, siempre listos para una nueva aventura.